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Los Perseguidores y los Perseguidos

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¿Quiénes Son los Perseguidores?

¿Quiénes son los que se enfurecen? ¿Son los santos de Dios? ¿Quiénes son los que están llenos de miedo? ¿Son los discípulos de Cristo? ¿Quiénes son los que piensan que tienen que acabar con los “cultos”? ¿Son los creyentes Bíblicos? ¿Quiénes son los que piensan que deben confiar en los gobiernos y los tribunales de este mundo para proteger su fe y la de sus familias? Las respuestas se encuentran fácilmente en las Escrituras.

Cuando la verdadera fe aparece, se sienten amenazados y repentinamente temerosos.

Cuando Saulo de Tarso no se había convertido aún y era celoso por su religión y la ley de Moisés, él persiguió a la Iglesia de Dios dolorosamente. Finalmente, el Señor Jesús lo detuvo en sus caminos asesinos rumbo a Damasco. Él le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué Me persigues?” (Hechos 9). ¿Estaban los seguidores de Cristo persiguiendo a los malos? ¿Estaban persiguiendo a los no creyentes? ¿Estaban persiguiendo a aquellos que no estaban de acuerdo con ellos? ¿Animó Jesús a Sus discípulos a tomar hasta espadas o piedras contra los que no eran Suyos? ¿Acaso motivó Él a Sus discípulos a tomar algún tipo de medidas para luchar contra los “cultos”? No, para nada.

En un solo lugar, en relación con los que se Le oponían, Jesús dijo: “Toda planta que Mi Padre celestial no haya plantado, será desarraigada. Dejadlos: Son ciegos guías de ciegos y si el ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15: 13,14). ¿Dijo Él: “¡Tenemos que detenerlos! ¡Tenemos que desarraigarlos! ¡Esos están predicando falsedad y robando de nuestro rebaño!?” ¿Dijo Él: “Vamos a hacer una reunión y planificar una estrategia en contra de estas personas impías de Satanás?”

No, Él dijo: “Dejadlos. Los que Mi Padre Celestial no ha plantado serán desarraigados.” Él no dependía de los cuerpos de policía, ni de los tribunales de la tierra, ni de los gobiernos y otros grupos religiosos. Su fe descansaba totalmente en Su Padre. ¿Por qué? Porque Dios era Su Padre, a diferencia de aquellos que dependen de fuerzas externas para ayudarles a “defender su fe.”

¿Quiénes son los que están indignados? ¿Quiénes son los que tratan de acabar con los aparentes herejes y sectas de acuerdo a su definición y perspectiva? Son los cobardes. Son esos que no tienen su fe en Dios. En lugar de ello, su fe está basada en sus doctrinas, sus iglesias, sus denominaciones, sus empleadores, las riquezas, las estructuras sociales, las familias y amigos y en sí mismos. Y cuando la verdadera fe aparece, confrontándolos, se sienten amenazados y repentinamente temerosos. Ellos arremeten, inseguros de las cosas en que ellos confían. Ellos no conocen a Dios, aunque pueden a menudo profesar lo contrario.

“Os echarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y esto os harán, porque no han conocido al Padre, ni a Mí” (Juan 16:2-3). Solamente hay verdadera seguridad en Dios; todo lo demás es arena movediza.

Ellos no tenían necesidad de proteger su fe. La fe genuina no necesita protección.

¿ Persiguió Saulo de Tarso a los de la verdadera fe? De eso no hay duda. Cuando el Señor lo detuvo en su camino y lo convirtió, ¿empezó él entonces a perseguir a los que se oponían a la fe como una vez lo hizo? ¿Continuó él queriendo cambiar a la fuerza a los que no estaban de acuerdo con él? Ni por cerca. El viejo Saulo sí persiguió; el nuevo hombre Pablo no lo hizo. Busque en las Escrituras y no encontrará evidencia de que Pablo, el ejemplo de un creyente establecido por el Señor, haya perseguido a alguien jamás. Más bien, aunque él fue un perseguidor en otro tiempo, él se convirtió en el perseguido, junto con aquellos a quienes él una vez persiguió.

Qué gran contradicción hay entre los religiosos falsos, muchos de los cuales profesan la fe en Cristo. Ellos son los impostores; ellos son los cultos; ellos son los llamados “lavados de cerebro,” los hipócritas, la generación de víboras que se esconden, que atacan a quienes no buscan dañarlos, pero que hasta podrían acercarse a ayudar, enseñar, darles luz. Pero las serpientes se sienten amenazadas cuando algo o alguien extraño a ellas se acerca, y entonces ellas atacan.

Las serpientes son unas de las criaturas más coloridas, con hermosos patrones en sus cuerpos. Pero no se engañe usted. Tienen colmillos y veneno ocultos, listos para usarlos con cualquiera que no esté de acuerdo con ellos, en lo que ellos consideran que son puntos primordiales. Ellos son asesinos. Juan el Bautista lo sabía; Jesús lo sabía. Pero aunque ellos lo sabían, y los desenmascararon, confrontándolos públicamente, ellos no lanzaron ningún ataque para difamarlos ni para desarraigarlos. Ellos sabían perfectamente bien en Quién habían creído. Ellos no tenían necesidad de proteger su fe. La fe genuina no necesita protección.

Me he referido a los religiosos falsos como “lavados del cerebro”. Ellos usan ese término para degradar y difamar a las de la fe falsa o la verdadera. En realidad, los falsos religiosos tienen el “cerebro sucio”, y es por eso que “se sientan en la silla de los escarnecedores” (Salmo 1). Sus mentes están oscurecidas y temerosas, llenas de malas doctrinas que ellos consideran santas y Bíblicas, pero que son, en gran medida, doctrinas de demonios.

Irónicamente, ellos hablan con verdad, por lo menos en la letra, cuando se refieren a los verdaderos creyentes en Cristo como a “lavados del cerebro.” Los que están en Cristo han renovado sus mentes (Romanos 12:1-2), lavadas en el agua de la Palabra, limpiadas con el bautismo espiritual. Sus cerebros han sido lavados verdaderamente. Eso es algo bueno, pero el mundo piensa que es algo malo. Ellos creen que los verdaderos creyentes han perdido la razón. En un sentido, es verdad lo que piensan. Sus mentes han cambiado; de eso es que se trata el arrepentimiento. Sus mentes se han renovado; tienen una nueva manera de pensar, nacida desde arriba.

Seguramente, después de convertirse Saulo de Tarso, ellos creyeron que él había perdido la razón. El gobernador romano Festo le dijo en una ocasión a Pablo, cuando Pablo estaba testificando de Cristo: “¡Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco!” Es cierto, los verdaderos creyentes son gente extraña para el mundo… muy extraña, malentendida y hasta despreciada.

¿Persiguieron los discípulos a quienes ellos sabían que eran falsos? Ni en lo mínimo.

“Esto les mando: que se amen los unos a los otros. Si el mundo los odia, sepan que Me ha odiado a Mí antes que a ustedes. Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que Yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia.” (Juan 15:17-19)

¿Persiguió alguno de los discípulos de Jesús a quienes ellos sabían que eran falsos? Ni en lo mínimo. No hay un solo testimonio en las Escrituras que siquiera sugiera que los santos de Dios alguna vez contraatacaron en alguna manera, aunque ellos perdieron a seres queridos en severa persecución por hombres como Saulo de Tarso. ¿Encontró alguien a Juan el Bautista persiguiendo, o a Pedro o a Juan o a Santiago o a Timoteo o a Esteban o a Felipe o a Bernabé o a Silas o a María o a Marta o a Cornelio o a cualquier otro de los verdaderos hermanos de Cristo? ¡Nunca! Ellos sufrieron persecución, pero ellos no la practicaron.

También encontramos que David, cuando fue perseguido y buscado por Saúl, él no reaccionó de igual forma. Él le dijo a Saúl: “Juzgue el SEÑOR entre tú y yo y que el SEÑOR me vengue de ti, pero mi mano no será contra ti. Como dice el proverbio de los antiguos: ‘De los malos procede la maldad,’ pero mi mano no será contra ti” (I Samuel 24:12-13).

Dios tiene Sus instrumentos de juicio, y la venganza es Suya. Como también escribió Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal… Amados, no os venguéis vosotros mismos, antes, dejad lugar a la ira; porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor. Así que si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, y si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, mas vence con el bien el mal” (Romanos 12:17-21).

La historia está llena de registros de persecución por los religiosos. La Iglesia Católica Romana ha traspasado a multitudes, algunas veces, ciudades enteras de personas que creían algo diferente a ellos en cuanto a Cristo. Lutero persiguió a personas de fe “diferente.” Calvino asesinó a personas simplemente porque ellos no creían en “la trinidad.” ¡Imagínese!

Y a Calvino lo tienen como un gran santo, como un “reformador,” como un “teólogo” y discípulo de Dios. ¿Fue él un verdadero creyente? La Biblia es muy clara en eso. Juan, el discípulo amado de Jesús, dice: “El que dice que está en luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, está en luz, y no hay tropiezo en él. Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va; porque las tinieblas le han cegado sus ojos” (I Juan 2:9-11).

Usted es bienaventurado si es atacado por el Nombre de Jesucristo.

“Bueno,” dirá usted, “Calvino obviamente sabía que a los que estaba matando no eran hermanos en Cristo, sino herejes.” Pero ¿qué dijo Jesús? “¿Aborrezcan a sus enemigos? ¿Háganles el mal a quienes les hagan mal a ustedes? ¿Quemen en la hoguera a quienes no estén de acuerdo con ustedes, a quienes no crean en Mí?” No, Él dijo: “Amen a sus enemigos; hagan bien a quienes les hagan mal; sean perfectos así como su Padre Celestial es perfecto.” Él dijo: “Sucederá que quienes los maten a ustedes pensarán que están sirviendo a Dios.”

Es verdad que hombres y grupos malos y extraviados han sido perseguidos por su religión. Es muy cierto que los santos de Dios han sido perseguidos en toda la historia de la humanidad, comenzando desde Abel. También es cierto que hombres perversos y malvados han perseguido a otros con quienes ellos no estaban de acuerdo, y con los cuales ellos obviamente tuvieron diferencias.

Pero nunca podrá decirse, ciertamente no en las Escrituras como evidencia, ciertamente no por el Libro Santo de Dios, no por Su Espíritu, que los verdaderos creyentes persigan o deban perseguir a alguien que no esté de acuerdo con ellos, o que sea percibido como herético. Ellos podrán llevar a esos delante de testigos y de la Iglesia, y como último recurso, podrán expulsarlos de en medio de ellos. Podrán entregarlos a Satanás, como lo hizo Pablo con algunos. Ellos hasta pudieron dejar a los ignorantes o a los deliberadamente errados en sus propios inventos, pero sus vidas fueron tomadas para la adoración del Señor y no para enfocarse en quienes no estaban de acuerdo con ellos. Así hacen los verdaderos santos de Dios.

Un santo puede encontrarse en una situación continua de conflicto con otro. Hágase usted esta pregunta: ¿Estoy yo atacándolos a ellos, o están ellos atacándome a mí? Usted es bienaventurado si es atacado por el Nombre de Jesucristo, y está en maldición si usted es el que ataca y aborrece, especialmente en el Nombre del Señor Jesucristo. A los perseguidos les digo: Grande es su recompensa en el Cielo, porque así persiguieron ellos a los profetas antes de ustedes. A los perseguidores les digo: Su condenación es justa, ustedes hijos de sus padres quienes, en el Nombre de Dios, persiguieron a los justos que ustedes consideraron falsos.

Los justos sonríen con esas palabras porque ellas tienen consuelo; los malvados se ríen de ellas porque ellos las desprecian, justificándose a sí mismos.

Víctor Hafichuk

Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero

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