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La Iniquidad

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Un Mensaje Personal de un Hombre de Dios para Usted

“En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” (Jueces 21:25 RVR)

“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son Suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el Nombre de Cristo.” (2 Timoteo 2:19 RVG)

Hay dos tipos de iniquidad (falta de ley) que los hombres comenten. Algunas personas no están conscientes de la Ley de Dios y de su vital importancia. Ellos sirven ignorantemente para destruirse a sí mismos y a otros, con poca consciencia de maldad. Luego están los que entienden más, quienes profesan creer en Dios de acuerdo con Su revelación en la Biblia, pero que hacen el mal, y asaltan así sus consciencias condenándose a sí mismos doblemente. Estos reciben el mayor juicio.

Sin embargo, sean ignorantes o no, todos ya saben bastante; todos son sabios en su propia opinión. No importa si se creen ser del Señor o no. No importa a los pies de quién hayan aprendido, sea que hayan leído las Escrituras mucho o poco, o si están en los sistemas religiosos.

Nadie quiere que le digan que está equivocado; nadie quiere obedecer a un hombre en asuntos espirituales.

Muchos maestros de Cristo fuera de los sistemas religiosos de los hombres son los más grandes rebeldes de todos, con los egos más grandes, por tanto los que más fácilmente se ofenden. A menudo, por eso es que no son parte de una comunidad espiritual. No es porque ellos sean como Abraham, y que dejan el pecado y a su familia por fe, sino porque ellos son como los hijos de Coré, que exigen igualdad de autoridad. (No es que no deban salir de sus asociaciones religiosas por las razones correctas.)

No importa si ellos tienen conocimiento doctrinal correcto o no. De hecho, el conocimiento envanece. Masculinos o femeninas, casados o solteros, ricos o pobres, débiles o fuertes, todos ellos tienen el espíritu que dice: “Yo ya lo sé… Yo te enseñaré a ti.”

Nadie quiere que le digan que está equivocado; nadie quiere seguir; nadie quiere obedecer a un hombre en asuntos espirituales. La carne solamente obedece si percibe que hay una recompensa en beneficio propio. Los hijos de iniquidad no toleran la reprensión, el regaño, ni el juicio en asuntos cotidianos, mundanos o espirituales. (Vea Los Hijos de Corrección.)

“Hay un solo Dios y un Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre,” declaran los religiosos. “Yo sólo sigo a Jesús y a nadie más que a Jesús. Tú me estás condenando. Tú estás tratando de enseñorearte sobre mí… ¡¿quién te crees que eres?!”

No obstante, Dios siempre ha enviado a hombres a declarar Su voluntad. No hay razón para creer que Él haya cambiado. ¿Quién soy yo para que Él me envíe y que hable de parte del Señor? Aun así, Él me pide que dé mi vida por Sus ovejas. De mi parte, yo no soy el que haría eso, no es que algún hombre lo haga o lo haya hecho por su cuenta alguna vez. El Señor me ha llamado a hablar, enseñar, reprender, criticar, condenar y a juzgar, sí, a juzgar.

Usted podrá decir de mí: “Seguramente lo atrapó su ego; está fuera de sí. ¡Es anti-Cristo!”

Tal vez usted tenga razón y yo esté equivocado. Que Dios lo libre a usted y me destruya a mí si es así. Pero yo hablo de muchas cosas que el Señor me ha dado a conocer, y no puedo hacer más que hablarlas.

“¡Ley, ley, ley!” protestan algunos. “Es todo lo que oigo de tu boca. La Biblia dice que la letra mata, pero que el Espíritu da vida. Yo probé la Ley; no funcionó. No tengo paz con mandamientos personales. La posición correcta delante de Dios no viene por la Ley – estamos bajo la Gracia ahora. ¿No lo sabes tú?”

¡Los de ustedes que creen estar “llenos de Gracia” están muy equivocados! Ustedes dicen que la Ley fue lo viejo y que la Gracia es lo nuevo ahora. ¿Es cierto eso? Pero tanto la Ley como la Gracia se encuentran en el Viejo Testamento mientras la Ley estaba siendo ministrada, y tanto la Ley como la Gracia están aquí ahora mientras se ministra la Gracia. La Ley nunca fue desechada… la Ley ceremonial, sí, pero la Ley moral y la disciplina de Dios, nunca. (Lea Law and Grace.)

Nosotros, como santos, pueda que no estemos bajo la Ley, pero ciertamente que Cristo ha escrito la Ley en nuestros corazones.

Los que protestan contra la Ley de Dios declaran que el Amor ha reemplazado a la Ley, pero ¿qué dicen las Escrituras?

“No debáis a nadie nada, sino amaos unos a otros, porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la Ley.” (Romanos 13:8 RVG)

¿Cuál Ley? Pues ninguna otra que los Diez Mandamientos. Entonces esos no desaparecieron. Se nos da gracia para cumplir la Ley. Eso es Amor.

Hasta el mundo enseña que uno no puede hacer lo que le plazca. En Norte América uno maneja al lado derecho de la carretera; en Inglaterra, al izquierdo. Hay límites de velocidad y gran cantidad de leyes y restricciones que todos debemos obedecer o sufrir las consecuencias tanto prácticas como legales.

Aquí es donde está parte de la confusión: Nosotros, como santos, pueda que no estemos bajo la Ley, pero ciertamente que Cristo ha escrito la Ley en nuestros corazones. Guardamos la Ley porque nuestra nueva naturaleza nos hace guardarla, no porque confiemos en guardar la Ley para obtener el favor de Dios. La guardamos porque tenemos el favor de Dios.

Nuestra salvación no es algo que ganamos, añadimos, o completamos por las obras de la Ley. Los santos guardan y mantienen la Ley para la gloria de Dios porque son salvos, lavados por la sangre de Cristo.

La Gracia no significa quitar la Ley, sino quitar la inhabilidad para guardar la Ley.

La Gracia no es el poder para guardar la Ley, en y por nosotros mismos; es el poder de Cristo en nosotros para guardarla.

La Ley no se cumple en el sentido de que no sea para seguirse guardando (los Cielos y la tierra pasarán primero); se cumple en que sus exigencias han sido satisfechas por Cristo en nosotros.

Nosotros cumpliremos la Ley en estos cuerpos de carne y sangre por el poder de Su Espíritu y vida de resurrección. (Lea La Gracia – La Realidad.)

Entonces no somos libres de la Ley como si ya no estuviera vigente; somos libres de la Ley en el sentido de que ya no nos desafía o intimida. Ya no la aborrecemos; ya no estamos en rebelión contra ella. No es la Ley lo que hay que eliminar, sino nuestra resistencia a ella, la cual viene por la carne y el hombre de pecado que se sienta en el trono de Dios en nuestros corazones.

El Señor me dijo una vez: “Ellos vendrán a ti clamando ‘¡Ley! ¡Ley!’ pero ellos aborrecen la Ley porque ellos me aborrecen a Mí. Vendrán a ti diciendo ‘¡Gracia! ¡Gracia!’ pero Yo les mostraré el fruto de su supuesta gracia, la cual es falta de ley. Yo les daré gracia a los que Me obedezcan y ellos se deleitarán en la bondad de esa Gracia.”

Muchos confunden la falta de ley (iniquidad) con la Gracia. Ellos erran grandemente. ¿Por qué cree usted que Jesús les dijo a algunos que creían haber ganado Su favor, “Apártense de Mí, hacedores de iniquidad. Yo no los conozco”? Él les estaba hablando a los que deberían haber sabido algo mejor, y profesaban saberlo. Ellos creían tener un boleto gratis al Cielo a través de la Gracia, porque ellos habían hecho muchas obras en Su Nombre y suponían que ya no eran responsables de apartarse de sus pecados.

La iniquidad es el estado donde uno no quiere que le digan lo que tiene que hacer. Muchos que se llaman a sí mismos cristianos no creen que nadie más que Dios tenga el derecho de darles órdenes. Y ellos no creen que Él les dé órdenes si no es directamente. Ellos creen que Él personalmente los dirigirá sin intermediarios. Están muy equivocados.

Jesús, nuestro Ejemplo Modelo, les dijo a los discípulos qué hacer. Él puso los estándares para todos los creyentes. Años después del derramamiento en Pentecostés, Santiago, Pablo y los ancianos le decían a la gente qué hacer. Hombres de Dios desde el Cielo le dijeron a Juan qué hacer y hombres de Dios desde la tierra les dijeron a otros qué hacer.

La Ley es lo que todos deben conocer y abrazar si quieren vivir en seguridad y prosperidad.

En nuestro tiempo, como cualquier otro, decirles a otros qué hacer es anatema. Someterse a uno que nos dice qué hacer es doble anatema.

Un padre sabio requerirá obediencia de un hijo. El hijo podría no apreciar eso, pero aprenderá y le irá mejor por eso – tal vez hasta su vida será librada al final. ¿Está vigente la Ley aquí? Definitivamente, y ¿por qué no? ¿Es necesaria? Por supuesto. ¿Se le debe permitir a un niño que se destruya a sí mismo por ignorancia? ¿Permitirán tal cosa los padres que aman a sus hijos?

La Ley es necesaria en todas partes. Toda la creación está hecha de Ley. La Ley es lo que todos deben conocer y abrazar si quieren vivir en seguridad y prosperidad. Los de ustedes que aman la vida, no se dejen engañar por gente rebelde y sus filosofías y costumbres a las cuales llaman “libertad.” Abracen la Ley de Dios como la presentan Sus vasijas escogidas puestas en autoridad, sean terrenales o Celestiales. Los que se oponen a esta verdad se van por su camino y sufren las consecuencias. A propósito, esa también es una Ley ineludible.

¿No es la Biblia un registro de hombres de Dios en cuanto a lo que requiere de usted Su Ley? Sin embargo, la Biblia no puede corregirle a usted igual que lo puede hacer una persona viva. Un rebelde puede escoger interpretar la Biblia como quiera, o ignorarla, en vez de ser instruido por un hombre. ¿No es cierto eso?

¿Qué significa enseñorearse de la gente, como lo objetan algunos acerca de los ministros de Cristo? Pedro no estaba hablando de hechos, sino motivos, cuando él instruyó a los ancianos: “Apacentad la grey de Dios… cuidando de ella… y no como teniendo señorío sobre la heredad de Dios, sino siendo ejemplos de la grey.” (1 Pedro 5:2-3). Los ejemplos son para seguirse, ¿no es así?

Pedro no estaba instruyendo a los ancianos en contra de que le dijeran a la gente qué hacer. Él estaba previniéndoles acerca de sus motivaciones, exhortándoles a guiar con el ejemplo y a no ser como los fariseos que enseñaban de la Ley, pero no la guardaban.

“En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.” (Mateo 23:2-3 RVR)

Jesús les dijo a Sus discípulos qué hacer a pesar de que Él les dijera también estas cosas:

Marcos 10:42-45 RVR
(42) Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
(43) Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
(44) y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.
(45) Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos.

Estos son ejemplos de cuándo el Señor dio órdenes:

“Y les dijo: ‘Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, Le siguieron.’” (Mateo 4:19-20 RVR)

“Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’” (Lucas 5:4 RVR)

“A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: ‘Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.’” (Mateo 10:5-6 RVR)

“Jesús les dijo: ‘Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.’” (Juan 2:7-8 RVR)

Las Escrituras están llenas de mandatos dados por hombres de Dios tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento.

A la mujer en el pozo, Él le dijo: “Ve, llama a tu marido, y ven acá” (Juan 4:16 RVR).

“Entonces respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.” (Mateo 17:17 RVG)

“Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti.” (Mateo 17:27 RVR)

“Y cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos; entonces Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: ‘Id a la aldea que está delante de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguno os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.’” (Mateo 21:1-3 RVG)

“Y Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar por la multitud de peces.” (Juan 21:6 RVG)

Jesús siempre les estaba diciendo a Sus discípulos qué hacer. Él les dijo que quitaran la piedra de la tumba de Lázaro (no suena como que Él siquiera ayudó); Él les dijo que desataran a Lázaro y lo dejaran ir; Él les dijo que prepararan la Pascua para poder comer; Él les dijo que hicieran un par de cosas cuando limpió el Templo. Los Evangelios están llenos de mandatos que Jesús les dio a otros.

Más tarde leemos que Santiago y los ancianos les daban instrucciones a los judíos y a los gentiles por igual. Pedro les dio instrucciones acerca de las viudas. Los apóstoles escogieron a los que debían servir las mesas y les instruyó usar el dinero traído a ellos. Pablo dirigió a muchos sobre qué hacer en toda clase de asuntos.

Las Escrituras están llenas de mandatos dados por hombres de Dios tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento. ¿Por qué la gente no puede ver eso? ¿Por qué todos se paran y gritan: “Tú no ME vas a decir qué tengo que hacer”? ¿Por qué ellos se resisten y argumentan, “Todos somos reyes y sacerdotes y por tanto tenemos igual autoridad con todos y cada uno en todas las cosas”?

La respuesta sencilla es que ellos no son del Señor y nunca han conocido el espíritu de sumisión y obediencia. Escuchen lo que el Señor le dijo a un centurión gentil que creyó en Él y que entendía de autoridad:

Mateo 8:8-10 RVR
(8) Respondió el centurión y dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.
(9) Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: ‘Ve,’ y va; y al otro: ‘Ven,’ y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto,’ y lo hace.”
(10) Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.”

Considere la contradicción de los mal-llamados creyentes quienes rechazan la autoridad espiritual. Nosotros pagamos impuestos a gobiernos paganos, ¿verdad? Conducimos en el límite de velocidad y le obedecemos a la policía. Usamos lo que nuestros patronos requieren que usemos en nuestros trabajos y hacemos lo que nos ordenan. Pero ¿no es que somos reyes y sacerdotes? Si es así, ¿por qué tendríamos que hacer estas cosas? O ¿solamente hacemos lo que nos dicen las autoridades del mundo?

El hijo de iniquidad desprecia la autoridad de cualquier tipo excepto la propia.

Usted dice: “Esos son ejemplos no válidos para discutir la autoridad espiritual; ¡esas son cosas físicas, seculares, mundanas, cotidianas! Nosotros estamos hablando de asuntos Celestiales.” ¿No válidos? Veamos otras declaraciones de Pedro:

1 Pedro 2:13-18 NBLH
(13) Sométanse, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey como autoridad,
(14) o a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien.
(15) Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, ustedes hagan enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos.
(16) Anden como libres, pero no usen la libertad como pretexto para la maldad, sino empléenla como siervos de Dios.
(17) Honren a todos, amen a los hermanos, teman (reverencien) a Dios, honren al rey.
(18) Siervos, estén sujetos a sus amos con todo respeto, no sólo a los que son buenos y afables, sino también a los que son insoportables.

¿Dónde dice que tenemos que obedecer y someternos solamente a los poderes seculares y no a los que han sido puestos en autoridad por Dios en asuntos más importantes?

“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la Palabra de Dios, y seguid el ejemplo de su fe, considerando cuál haya sido el éxito de su conducta.” (Hebreos 13:7 RVG)

“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no gimiendo; porque esto no os es provechoso.” (Hebreos 13:17 RVG)

Oiga lo que Pablo le dice a Timoteo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor; mayormente los que trabajan en predicar y en enseñar” (1 Timoteo 5:17).

Entonces, hay que obedecer tanto los mandamientos de las autoridades seculares como de las espirituales. El hijo de iniquidad, sin embargo, desprecia cualquier tipo de autoridad excepto la propia. Él no reconoce fronteras; él se reserva para sí mismo todos los derechos. Una naturaleza orgullosa y rebelde demanda igualdad. Es inicua en todos sus caminos y no puede ser diferente. Esa también es una ley ineludible. ¡Ley por todas partes!

Los hijos de iniquidad viven en el infierno, porque su existencia está llena de toda clase de leyes imaginables, cubriéndolo todo – ¡ellos no pueden ni tropezar sin el castigo de caerse! Sin duda que Dios es un tirano para los rebeldes, Alguien despreciable.

Charlatanes, y aun hombres bien intencionados, han venido usando el Nombre de Dios con sus sistemas de sumisión, sus doctrinas de hacer y no hacer, y sus maneras de hacer las cosas, requiriendo varias formas de comportamiento, algunos muy tolerables y otros increíbles. Por la gracia de Dios, yo he venido a decirle a usted qué hacer, y si usted lo hace, por la gracia de Dios usted vivirá.

Si usted es Suyo y yo soy Suyo, nos irá bien. Si usted es Suyo y yo no, Él lo guardará a usted. Si yo soy Suyo y usted no, usted despreciará lo que yo tenga que decir. Si ninguno de nosotros es Suyo, no importa nada de esto.

Usted bien puede preguntarse: “¿Por qué habría yo de someterme a ti? ¡Tal vez seas tú quien deba someterse a !” Quizás ese sea un punto válido. Mediante el Señor, lo sabremos pronto y muy bien. Yo lo conoceré a usted por su poder, usted me conocerá por el mío, y Dios dejará claro qué requiere Él de cada uno. Y eso es precisamente lo que Él va a hacer, porque Él ha dejado de guiñar el ojo.

Víctor Hafichuk

Traducido al español por Edwin Romero
Translated into Spanish by Edwin Romero

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